jueves, 28 de noviembre de 2013

19. Fiestas de fin de año...

Un problema, asociado al post anterior, es que en estas fechas se vive una suerte de obligación respecto de pasar navidad y año nuevo con la familia. Al igual que mi amiga, quiero a familia, pero también suelo sentirme mal cuando paso alguna fiesta con ellos. No sé muy bien cómo, pero siempre termino peleando con mi madre y sintiéndome gorda, fea, vieja, etc. 

Este año, me propuse hablar con ellos y recordarles el "pastelito" del año nuevo anterior, pero hasta ahora no me atrevo hacerlo explícito. A lo más, les digo voy a ver, les cuento la próxima semana... Me siento "culpable" de abrir nuevamente un conflicto y, como al final, ya se me pasó, encuentro que es una maldad someter a esa situación nuevamente a mi madre (que en su estilo, ya me pidió perdón).

Y también está el tema de la familia del pololo, aunque en mi caso, afortunadamente todavía está la alternativa de optar por estar con ellos o no. Y también me da lata. Tal vez tiene que ver con que termino haciendo lo que se me impone desde fuera, nadie me pregunta, sólo me cobran y, siento, que lo que pago no compensa la situación (no es dinero, es un cobro emocional, por si). 

Me gustaría poder estar con mis amigos/as, hacer algo que me guste verdaderamente. Una comida a nuestra pinta, puchos, música y bebestibles ad-hoc; conversa, pucho, postre... y, si sale, bailoteo ¿Qué me detiene? Pucha la señora pa' neurótica. 

domingo, 24 de noviembre de 2013

17. La posición.

Desde chica ocupé la posición de la mayor, aunque soy la menor. Y cuando (obviamente) me convertí en psicóloga, además pasé a ocupar la posición de receptora, tramitadora y resolutora de la queja familiar.

Cuando me fui de la casa de mis padres me sentí muy libre, pero a la vez muy culpable, porque una parte de mi sentía que estaba dejando un barco que se hundía. Nueve años después el barco sigue en el mismo naufragio, suena mal y se ve mal, pero no se hunde. Seis meses de terapia, taroteo, temazcal y otros han llevado a que cada vez me sienta menos psicóloga (en el sentido que me carga de la psicología y que en otro momento podré comentar), a poner un poco de distancia y límites respecto de mi vida-mi vida familiar-la vida de mi familia, no obstante, una cosa es lo que uno puede elaborar al respecto y otra cosa es con guitarra.

La cosa es que ser señora en mi caso implica entre tantas otras cosas aceptar el hecho de que se me viene la tarea de hacerme cargo, no sólo psicológicamente, de unos padres y una hermana que envejecen lento pero seguro. Ese mandato lo tuve desde muy pequeña y lo vi siempre lejano. Ahora lo veo de muy cerca y siento que se me viene encima.

Tengo una señora amiga que disfruta los fines de semana visitando a sus padres (de hecho, tiene una casa muy cerca de ellos) y ese es su mejor panorama. Mi mejor panorama rara vez conlleva estar con ellos y de hecho, suele ser un esfuerzo que hago responsablemente pero que me desgasta. No es falta de cariño, de verdad que los quiero con el alma - citando el bolero aquél - pero pucha que me cuestan. Me sacan de la vidilla colorida que me gusta llevar y me ponen de frentón en una mucho menos rimbombante realidad caracterizada por altas dosis de queja, depresión, rabia, frustración y, por qué no decirlo crudamente, enfermedad y vejez.

Yo me hago cargo de lo que me piden, pero también le hago harto el quite y siento que hago menos, mucho menos de lo que es necesario. Siento que debo estar más, ayudar más, compartir más, porque tengo una vida fácil, porque la sangre, porque soy quien soy en gran medida por ellos, y me propongo todo el tiempo una serie de proyectos que nunca llego a implementar del todo porque de verdad que me cansa, sufro, siento que no hay salida y por eso, me escapo. A veces cuando no me escapo, me pongo pesada, déspota y con eso menos ayudo.

No tengo forma positiva y concluyente de salir de este post porque estoy trabajando en ello. Por ahora lo que determiné es tramitar los encargos que me hicieron y visitarles nuevamente con más tiempo para actuar de receptora y válvula de escape a los problemas contingentes. Y el resto, veremos como viene la mano.






jueves, 21 de noviembre de 2013

16. Acerca de la polisemia.

En estos días he estado pensando en el tema de los significados. Cómo vamos construyendo o sintiendo que respondemos a la norma social a propósito de lo que espera de nosotras (como señoras). Me acordé de la profesora M. cuando decía irónicamente "como toda buena mujer" y del valor que le atribuimos al ser como si fuera una condición del hacer. 

Hablábamos hace poco de la felicidad que se acompaña de sentir que nuestras parejas son felices por si mismas, independiente de si nosotras cumplimos o no sus expectativas... si coincidimos en los procesos o si los convencemos -más o menos- de nuestra visión de las cosas o, si por otro lado, ellos nos convencen a nosotras de sus conclusiones vitales.

No he podido resolver mis propias contradicciones, pero hoy creo que fui genuina al plantear lo difícil que es aceptarse en la diferencia; especialmente cuando esto implica evidenciar que hay espacios conservadores que me acomodan y me gustan. 

De qué manera puedo justificar mi discurso feminista si en un espacios de controversia, puedo llegar a justificar que es legítimo querer votar por la Bachelet porque es mujer o, en otro sentido, que no comulgo con Postnatal porque comprendo que es otra manera de naturalizar el binomio mujer=madre. 

Un señor taxista sabio hoy me dijo: "¿sabe qué? al final yo no trato de enmendar mi errores porque no puedo... pero sí trato de pensar que es importante seguir pa' adelante con ellos porque si no dejo de ser yo poh' señorita" Y me quedé pensando que tenía mucha razón. Pero también sentí que esta idea era una paradoja. Porque parece que también podemos "ser" en contradicción a nuestras acciones. 

¿Quién dijo que era malo ser contradictoria? ¿Cómo he significado la consecuencia con tal poder que me duele sentirme inconsistente o contradictoria?... No sé si al final del día -o de la vida- pese o sume más o menos esta diferencia, pero sí siento que es importante creer que es posible querer de manera distinta o ajenas a la idea de propiedad. 

Ser señora en este contexto, puede ser una posibilidad distinta a ser "madura" o "adulta" (dos eufemismos para mi gusto). Y, por lo tanto, dejan de ser una condición a la que tenemos que responder dada nuestra acta de nacimiento o a la imagen que proyectamos en la interacción social. 

Parece que ser señora es más -y menos- de lo que hasta ahora podía sentir/ver. En concreto, se está constituyendo en un espacio polisémico que estamos empezando a recorrer. 

sábado, 16 de noviembre de 2013

15. Embarazoso. Este es un post largo.

Parece que, dadas las circunstancias, hay que hablar de este tema. Tengo que hacerlo. Me cuesta, no me gusta, pero Debo Hablar - Escribir - Pensar en ello.

Yo tengo 38 años. Estoy en la parte descendiente de la curva. Fumo harto. Tengo sobrepeso. Me gusta chupar. Me gusta carretear. Me gusta la vida que llevo. Soy un desorden ambulante. No quiero hacerme cargo de otros. Estoy emprendiendo. Trabajo independiente. No quiero tener hijos Hoy.

El fraseo previo está puesto a modo de contexto y de pre-texto. Hay mucha gente a mi alrededor que piensa y espera que tenga hijos y yo porfío. Se espera, hace años, que tenga "Familia". Yo tengo familia. Provengo de una y he construido una con mi marido y eso me satisface. No necesito más por ahora. Me siento plena.

Me hice una mamografría hace un tiempo y en mi ficha médica me categorizaron de una manera que no conocía. Me nombraron "Nulípara". No me gustó. Para mi es importante el uso de las palabras y NULO es una que no está dentro de las que utilizo para describirme. En ningún caso me siento NULA, todo lo contrario. Me siento MULTI.

Mi más joven cuñada se ha embarazado (tiene 27) y me puso de golpe el tema en la cara. Sentí que una bomba me estalló de frente, literalmente: pensé de manera inmediata en mi amor, en qué impacto tendría en E. el que su pequeñita hermana guagua rusa iniciara este nuevo trayecto antes que los que obviamente - desde la mirada social compartida - debían iniciarlo (o sea, nosotros, con 8 años de casados).

Yo me sentí en primera instancia Culpable (att. post previo)... ¿De qué? De no querer quedar embarazada, de postergar lo que la "naturaleza" espera de mí, de "no darle la posibilidad a mi esposo de ser padre". Porque la decisión de tener hijos pasa por mi. Sólo por mi. Yo decido si tomo pastillas, si exijo condón, si evito los días fértiles, etc. Yo.

Para peor andaba en etapa SPM, sensible como ninguna y llorona a más no poder. Las noches siguientes a la noticia dormí mal y tuve una actividad onírica de libro. Entre los sueños que iban y venían, yo lloraba de la nada y de lo todo.

Me costaba hablar de esto con mi amorcito porque si bien tenemos la mayor de las intimidades, este es el tema que yo siento se nos presenta como una muralla infranqueable porque es lo único en lo que no estamos de acuerdo. Yo no quiero, nunca quise, y él quiso, quería... ¿querrá aún?

Al final se lo planteo y me encuentro con que para él es un tema bastante más asumido de lo que yo esperaba. Me refleja lo difícil que yo lo siento y concuerda con que no por ahora. ¿Y si en el futuro me arrepiento? ¿Y si quiero y ya no puedo? ¿Y si dejas de quererme y me culpas por no hacerlo? pregunto entre hipos, mocos y sollozos.

Me encontré de vuelta con una tranquilidad y una templanza superiores y más que suficientes para moderar mis angustias y contenerlas. Me encontré con una respuesta que acepta la situación, que me sitúa en el presente y que me permite ampliar los límites que yo misma impuse. Me encontré con un hombre que es parejo y que asume la responsabilidad sobre tener hijos o no tenerlos también como suya. Una respuesta que me hizo sentir que la mochila es compartida y que me abre la mirada a caminos alternativos. Me encontré con una respuesta que necesitaba escuchar, que me confirma que este es un amor que trasciende hechos puntuales en la vida, aunque sean Puntuales con Mayúscula.

Soy una mujer casada, de 38 años, que no tiene hijos porque no quiere. Que tiene un marido que también se lo cuestiona y que comparte la decisión. Que acepta que tenerlos es una posibilidad aunque la biología juegue en contra. Y finalmente, una mujer que puede decir que cuestionar la posibilidad de tener hijos es altamente embarazoso pero necesario y factible.









jueves, 14 de noviembre de 2013

14. De vergüenzas y culpas...

Ultimamente ando más vergonzosa que antes, no tengo ganas de exponerme y si puedo evitarlo, lo hago. Ayer miraba unas señoras hablando en una reunión de pega que parecen experimentar todo lo contrario. Veía una suerte de goce en su exposición y -me imagino- al sentirse el centro de atracción. Después me tocó hacer clases en la noche y nuevamente experimenté esa sensación de incomodidad. Dándole vueltas al tema y leyendo un post acerca de la culpa ("por mi culpa, por mi culpita") sentí que se me corrió otro velo... al final hagamos lo que hagamos, parece que nos cuesta aceptar la condición o el proceso que vivimos. Es decir, si no hablo porque me da vergüenza, me siento mal -culpable- porque no hablé y si lo hice, probablemente estaré intranquila porque, pienso, que tal vez no debería hacerlo. ¿Qué nos pasa que tendemos a sentirnos culpables por toooodo (si tengo o no tengo hijos, marido, casa, pololo, auto, bicicleta, amigos, etc.) ? Y no creo que se trate solamente de una cosa de señoras... Creo que tenemos que aceptarnos más irreverentes, como estás chicas... 


viernes, 1 de noviembre de 2013

13. Problemas de las señoras madres.

Mientras nosotras estamos entrando en la época de ser señoras, nuestras madres están entrando en la época de ser señoras mayores. Ya no me parece tan difícil entender lo que  les pasa en el cuerpo, porque sólo tengo que multiplicar lo que me pasa a mí por dos, siendo el resultado en un poco agobiante.
En el alma se hace un poco más complejo el ejercicio de la empatía. Yo no tengo hijos, no sé lo que se siente esperarlos, parirlos, criarlos, verlos crecer, caerse, equivocarse, sufrir, ser felices, progresar, retroceder... irse, enamorarse, alejarse.
Estas han sido unas semanas difíciles para mis dos señoras madres más cercanas, mi madre y mi suegra. Ambas por uno u otro motivo se han visto sometidas a una gran presión, a un cansancio y frustración del demonio, a la sensación de que no hay salida, de que hay que seguir adelante con mochila y todo, aunque no se tengan ganas y aunque nadie recompense ese esfuerzo lo necesario. Están sufriendo por que sus hijos les recuerdan sus propios errores o porque sus hijos de desvían del camino. Están sufriendo porque además ven que ya no tienen la misma energía que antes, todo se hace más cuesta arriba y no visualizan en el corto plazo un alivio. Han vivido existencias difíciles y la cosa no parece cambiar para bien.
Hoy estoy preocupada y triste por nuestras madres. Me siento culpable porque en medio de la tormenta, me espera un avión que me llevará a las más preciadas vacaciones y no puedo dejar de pensar que las que debieran abordar el avión son ellas.