domingo, 24 de noviembre de 2013

17. La posición.

Desde chica ocupé la posición de la mayor, aunque soy la menor. Y cuando (obviamente) me convertí en psicóloga, además pasé a ocupar la posición de receptora, tramitadora y resolutora de la queja familiar.

Cuando me fui de la casa de mis padres me sentí muy libre, pero a la vez muy culpable, porque una parte de mi sentía que estaba dejando un barco que se hundía. Nueve años después el barco sigue en el mismo naufragio, suena mal y se ve mal, pero no se hunde. Seis meses de terapia, taroteo, temazcal y otros han llevado a que cada vez me sienta menos psicóloga (en el sentido que me carga de la psicología y que en otro momento podré comentar), a poner un poco de distancia y límites respecto de mi vida-mi vida familiar-la vida de mi familia, no obstante, una cosa es lo que uno puede elaborar al respecto y otra cosa es con guitarra.

La cosa es que ser señora en mi caso implica entre tantas otras cosas aceptar el hecho de que se me viene la tarea de hacerme cargo, no sólo psicológicamente, de unos padres y una hermana que envejecen lento pero seguro. Ese mandato lo tuve desde muy pequeña y lo vi siempre lejano. Ahora lo veo de muy cerca y siento que se me viene encima.

Tengo una señora amiga que disfruta los fines de semana visitando a sus padres (de hecho, tiene una casa muy cerca de ellos) y ese es su mejor panorama. Mi mejor panorama rara vez conlleva estar con ellos y de hecho, suele ser un esfuerzo que hago responsablemente pero que me desgasta. No es falta de cariño, de verdad que los quiero con el alma - citando el bolero aquél - pero pucha que me cuestan. Me sacan de la vidilla colorida que me gusta llevar y me ponen de frentón en una mucho menos rimbombante realidad caracterizada por altas dosis de queja, depresión, rabia, frustración y, por qué no decirlo crudamente, enfermedad y vejez.

Yo me hago cargo de lo que me piden, pero también le hago harto el quite y siento que hago menos, mucho menos de lo que es necesario. Siento que debo estar más, ayudar más, compartir más, porque tengo una vida fácil, porque la sangre, porque soy quien soy en gran medida por ellos, y me propongo todo el tiempo una serie de proyectos que nunca llego a implementar del todo porque de verdad que me cansa, sufro, siento que no hay salida y por eso, me escapo. A veces cuando no me escapo, me pongo pesada, déspota y con eso menos ayudo.

No tengo forma positiva y concluyente de salir de este post porque estoy trabajando en ello. Por ahora lo que determiné es tramitar los encargos que me hicieron y visitarles nuevamente con más tiempo para actuar de receptora y válvula de escape a los problemas contingentes. Y el resto, veremos como viene la mano.






1 comentario:

  1. es lo que nos toca no más... a mi me asusta llegar allá, donde están ahora ellos/as... pero en fin...

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