martes, 3 de diciembre de 2013

20. Defendiendo causas perdidas... otro post largo...

En estos días me he sentido muuuuy cansada... "como que me falta energía", le contaba a la Profe D. y ella me responde: "Tienes que ir a un gillatún". Chancho en misa, pensé en ese momento... y me detuve a escucharla. Resulta que la señora había viajado el fin de semana a Temuco invitada por una comunidad Mapuche para conocer su trabajo y resultó que de pronto se vio en una rogativa y bailando por más de 6 horas junto a unas 200 personas... Me relataba la vivencia como una especie de "trance" en la que verbalmente compartió poco, pero que, corporalmente, le significó intercambiar fluidos de diverso tipo (un mismo cuenco para los bebestibles, roces, pisadas, etc.) Y frente a esta historia, obviamente que me acordé de los temascales y otras experiencias -mediadas por alucinógenos- que me han narrado algunos amigos y amigas. Lo común: la sensación de "contacto" con sigo mismos/as, con la nada y con el todo, una posibilidad de crecimiento y, sobre todo, la toma de conciencia respecto de las barreras auto-impuestas. 

Pues bien. Cerrando un día repleto de historias de injusticias, terminé sentada en un sucucho peruano, tomando un pisco sour, escuchando rock andino de los 80' y "profundizando" en reflexiones íntimas con mi pololo. Intentando conciliar algunas de nuestras diferencias, pero fundamentalmente, tratando de aceptarnos y querernos igual, pese a lo distintos que somos o nos sentimos, emprendimos la retirada para disponernos a trabajar en nuestras tareas pendientes. Al llegar a la puerta de su casa nos encontramos con el señor de la moto... Artefacto muy ruidoso que nos despierta a horas insospechadas y que nos "revienta" porque, además del infernal ruido que emite por si misma, logra encender las alarmas de los autos que se estacionan en toda la cuadra y se transforma en un verdadero infierno... 

Nos miramos y sin decirnos nada, corrimos a "interrumpir" su partida y por fin lo enfrentamos... Voy a tratar de reproducir resumidamente la conversación: 

Yo: Hola. Disculpa que te molestemos, pero queríamos decirte que es bien penca despertarse a distintas horas con tu moto durante la semana... 
J: la verdad es que hace tiempo que queríamos hablar contigo, pedirte que tal vez pudieras ponerle un silenciador a tu moto por que emite mucho ruido (J, habla muy bien). 
Señor de la moto (muy tatuado, unos 40 y algo años, guapo y que habla de corrido): ¿sabes que esta es una Harley Davison? Para ponerle un silenciador tendría que gastar como 500 lucas y, si las tuviera, creéme que no viviría aquí. Vengo saliendo de una separación y estoy muy mal económicamente. De hecho estoy viviendo con mis padres, pero espero irme pronto. 
Yo: Mira, la verdad es que yo te pido un ejercicio de empatía... ¿sabes que cuándo sales se prenden un montón de alarmas de autos y quedan sonando por mucho rato? ¿te imaginas lo que cuesta hacer dormir un bebé y que este despierte en estas condiciones? 
J: la verdad es que podemos entender lo que nos cuentas, pero te has puesto a pensar que acá se trata de un tema de disposición y convivencia? 
Señor de la moto: Si, lo que me cuentan, ya me lo han dicho otras personas... mira, la verdad es que estas motos hay que calentarlas y yo, en general, trato de partir con lo mínimo para meter el menor ruido posible... yo trabajo de noche; tengo una discoteque e incluso a veces le pido la camioneta a mi padre o tomo un taxi para no meter ruido, pero hay veces que no puedo... 
Yo: Entiendo lo que nos cuentas, pero ¿no crees que sería más solidario pensar que el tema pasa por hacer un esfuerzo y ponerle un silenciador si quieres andar en tu moto? 
Señor de la moto: te insisto que hago lo posible por no molestar, pero no le voy a poner un silenciador.
J: entonces no hay mucho más que hablar... si nosotros nos tomamos el tiempo de conversar contigo es porque de verdad creemos que es posible encontrar alguna solución si todos ponemos de nuestra parte, es como el tema de la contaminación... 
Señor de la moto: entiendo lo que me dicen, pero es lo único que yo puedo hacer.
Yo y J: cara de pregunta... y de que no entendemos nada... ok... 

Entramos al edificio y nos miramos... Yo le dije a J. : "a lo mejor podemos organizar una completada o algo así para ayudarlo a juntar la plata..." Luego de mis palabras... nos dio ataque de risa... 

Ahora que estoy sentada frente al PC, tratando de terminar un paper no he podido dejar de pensar que esta situación ilustra mucho de las sensaciones que he tenido esta semana. Parece que estoy concentrándome demasiado en aportar a solucionar causas perdidas, pensando que con algo de esfuerzo las cosas pueden cambiar y que los insigth sucederán "casi mágicamente" a partir de compartir puntos de vista. No tengo respuestas, ni muchas interpretaciones ajenas a la falta de empatía... solo me pregunto nuevamente si sigue valiendo la pena querer que las cosas cambien... o si es mejor que se desaten las crisis... incluyendo nuestra querida Escuela de Psicología... 

jueves, 28 de noviembre de 2013

19. Fiestas de fin de año...

Un problema, asociado al post anterior, es que en estas fechas se vive una suerte de obligación respecto de pasar navidad y año nuevo con la familia. Al igual que mi amiga, quiero a familia, pero también suelo sentirme mal cuando paso alguna fiesta con ellos. No sé muy bien cómo, pero siempre termino peleando con mi madre y sintiéndome gorda, fea, vieja, etc. 

Este año, me propuse hablar con ellos y recordarles el "pastelito" del año nuevo anterior, pero hasta ahora no me atrevo hacerlo explícito. A lo más, les digo voy a ver, les cuento la próxima semana... Me siento "culpable" de abrir nuevamente un conflicto y, como al final, ya se me pasó, encuentro que es una maldad someter a esa situación nuevamente a mi madre (que en su estilo, ya me pidió perdón).

Y también está el tema de la familia del pololo, aunque en mi caso, afortunadamente todavía está la alternativa de optar por estar con ellos o no. Y también me da lata. Tal vez tiene que ver con que termino haciendo lo que se me impone desde fuera, nadie me pregunta, sólo me cobran y, siento, que lo que pago no compensa la situación (no es dinero, es un cobro emocional, por si). 

Me gustaría poder estar con mis amigos/as, hacer algo que me guste verdaderamente. Una comida a nuestra pinta, puchos, música y bebestibles ad-hoc; conversa, pucho, postre... y, si sale, bailoteo ¿Qué me detiene? Pucha la señora pa' neurótica. 

domingo, 24 de noviembre de 2013

17. La posición.

Desde chica ocupé la posición de la mayor, aunque soy la menor. Y cuando (obviamente) me convertí en psicóloga, además pasé a ocupar la posición de receptora, tramitadora y resolutora de la queja familiar.

Cuando me fui de la casa de mis padres me sentí muy libre, pero a la vez muy culpable, porque una parte de mi sentía que estaba dejando un barco que se hundía. Nueve años después el barco sigue en el mismo naufragio, suena mal y se ve mal, pero no se hunde. Seis meses de terapia, taroteo, temazcal y otros han llevado a que cada vez me sienta menos psicóloga (en el sentido que me carga de la psicología y que en otro momento podré comentar), a poner un poco de distancia y límites respecto de mi vida-mi vida familiar-la vida de mi familia, no obstante, una cosa es lo que uno puede elaborar al respecto y otra cosa es con guitarra.

La cosa es que ser señora en mi caso implica entre tantas otras cosas aceptar el hecho de que se me viene la tarea de hacerme cargo, no sólo psicológicamente, de unos padres y una hermana que envejecen lento pero seguro. Ese mandato lo tuve desde muy pequeña y lo vi siempre lejano. Ahora lo veo de muy cerca y siento que se me viene encima.

Tengo una señora amiga que disfruta los fines de semana visitando a sus padres (de hecho, tiene una casa muy cerca de ellos) y ese es su mejor panorama. Mi mejor panorama rara vez conlleva estar con ellos y de hecho, suele ser un esfuerzo que hago responsablemente pero que me desgasta. No es falta de cariño, de verdad que los quiero con el alma - citando el bolero aquél - pero pucha que me cuestan. Me sacan de la vidilla colorida que me gusta llevar y me ponen de frentón en una mucho menos rimbombante realidad caracterizada por altas dosis de queja, depresión, rabia, frustración y, por qué no decirlo crudamente, enfermedad y vejez.

Yo me hago cargo de lo que me piden, pero también le hago harto el quite y siento que hago menos, mucho menos de lo que es necesario. Siento que debo estar más, ayudar más, compartir más, porque tengo una vida fácil, porque la sangre, porque soy quien soy en gran medida por ellos, y me propongo todo el tiempo una serie de proyectos que nunca llego a implementar del todo porque de verdad que me cansa, sufro, siento que no hay salida y por eso, me escapo. A veces cuando no me escapo, me pongo pesada, déspota y con eso menos ayudo.

No tengo forma positiva y concluyente de salir de este post porque estoy trabajando en ello. Por ahora lo que determiné es tramitar los encargos que me hicieron y visitarles nuevamente con más tiempo para actuar de receptora y válvula de escape a los problemas contingentes. Y el resto, veremos como viene la mano.






jueves, 21 de noviembre de 2013

16. Acerca de la polisemia.

En estos días he estado pensando en el tema de los significados. Cómo vamos construyendo o sintiendo que respondemos a la norma social a propósito de lo que espera de nosotras (como señoras). Me acordé de la profesora M. cuando decía irónicamente "como toda buena mujer" y del valor que le atribuimos al ser como si fuera una condición del hacer. 

Hablábamos hace poco de la felicidad que se acompaña de sentir que nuestras parejas son felices por si mismas, independiente de si nosotras cumplimos o no sus expectativas... si coincidimos en los procesos o si los convencemos -más o menos- de nuestra visión de las cosas o, si por otro lado, ellos nos convencen a nosotras de sus conclusiones vitales.

No he podido resolver mis propias contradicciones, pero hoy creo que fui genuina al plantear lo difícil que es aceptarse en la diferencia; especialmente cuando esto implica evidenciar que hay espacios conservadores que me acomodan y me gustan. 

De qué manera puedo justificar mi discurso feminista si en un espacios de controversia, puedo llegar a justificar que es legítimo querer votar por la Bachelet porque es mujer o, en otro sentido, que no comulgo con Postnatal porque comprendo que es otra manera de naturalizar el binomio mujer=madre. 

Un señor taxista sabio hoy me dijo: "¿sabe qué? al final yo no trato de enmendar mi errores porque no puedo... pero sí trato de pensar que es importante seguir pa' adelante con ellos porque si no dejo de ser yo poh' señorita" Y me quedé pensando que tenía mucha razón. Pero también sentí que esta idea era una paradoja. Porque parece que también podemos "ser" en contradicción a nuestras acciones. 

¿Quién dijo que era malo ser contradictoria? ¿Cómo he significado la consecuencia con tal poder que me duele sentirme inconsistente o contradictoria?... No sé si al final del día -o de la vida- pese o sume más o menos esta diferencia, pero sí siento que es importante creer que es posible querer de manera distinta o ajenas a la idea de propiedad. 

Ser señora en este contexto, puede ser una posibilidad distinta a ser "madura" o "adulta" (dos eufemismos para mi gusto). Y, por lo tanto, dejan de ser una condición a la que tenemos que responder dada nuestra acta de nacimiento o a la imagen que proyectamos en la interacción social. 

Parece que ser señora es más -y menos- de lo que hasta ahora podía sentir/ver. En concreto, se está constituyendo en un espacio polisémico que estamos empezando a recorrer. 

sábado, 16 de noviembre de 2013

15. Embarazoso. Este es un post largo.

Parece que, dadas las circunstancias, hay que hablar de este tema. Tengo que hacerlo. Me cuesta, no me gusta, pero Debo Hablar - Escribir - Pensar en ello.

Yo tengo 38 años. Estoy en la parte descendiente de la curva. Fumo harto. Tengo sobrepeso. Me gusta chupar. Me gusta carretear. Me gusta la vida que llevo. Soy un desorden ambulante. No quiero hacerme cargo de otros. Estoy emprendiendo. Trabajo independiente. No quiero tener hijos Hoy.

El fraseo previo está puesto a modo de contexto y de pre-texto. Hay mucha gente a mi alrededor que piensa y espera que tenga hijos y yo porfío. Se espera, hace años, que tenga "Familia". Yo tengo familia. Provengo de una y he construido una con mi marido y eso me satisface. No necesito más por ahora. Me siento plena.

Me hice una mamografría hace un tiempo y en mi ficha médica me categorizaron de una manera que no conocía. Me nombraron "Nulípara". No me gustó. Para mi es importante el uso de las palabras y NULO es una que no está dentro de las que utilizo para describirme. En ningún caso me siento NULA, todo lo contrario. Me siento MULTI.

Mi más joven cuñada se ha embarazado (tiene 27) y me puso de golpe el tema en la cara. Sentí que una bomba me estalló de frente, literalmente: pensé de manera inmediata en mi amor, en qué impacto tendría en E. el que su pequeñita hermana guagua rusa iniciara este nuevo trayecto antes que los que obviamente - desde la mirada social compartida - debían iniciarlo (o sea, nosotros, con 8 años de casados).

Yo me sentí en primera instancia Culpable (att. post previo)... ¿De qué? De no querer quedar embarazada, de postergar lo que la "naturaleza" espera de mí, de "no darle la posibilidad a mi esposo de ser padre". Porque la decisión de tener hijos pasa por mi. Sólo por mi. Yo decido si tomo pastillas, si exijo condón, si evito los días fértiles, etc. Yo.

Para peor andaba en etapa SPM, sensible como ninguna y llorona a más no poder. Las noches siguientes a la noticia dormí mal y tuve una actividad onírica de libro. Entre los sueños que iban y venían, yo lloraba de la nada y de lo todo.

Me costaba hablar de esto con mi amorcito porque si bien tenemos la mayor de las intimidades, este es el tema que yo siento se nos presenta como una muralla infranqueable porque es lo único en lo que no estamos de acuerdo. Yo no quiero, nunca quise, y él quiso, quería... ¿querrá aún?

Al final se lo planteo y me encuentro con que para él es un tema bastante más asumido de lo que yo esperaba. Me refleja lo difícil que yo lo siento y concuerda con que no por ahora. ¿Y si en el futuro me arrepiento? ¿Y si quiero y ya no puedo? ¿Y si dejas de quererme y me culpas por no hacerlo? pregunto entre hipos, mocos y sollozos.

Me encontré de vuelta con una tranquilidad y una templanza superiores y más que suficientes para moderar mis angustias y contenerlas. Me encontré con una respuesta que acepta la situación, que me sitúa en el presente y que me permite ampliar los límites que yo misma impuse. Me encontré con un hombre que es parejo y que asume la responsabilidad sobre tener hijos o no tenerlos también como suya. Una respuesta que me hizo sentir que la mochila es compartida y que me abre la mirada a caminos alternativos. Me encontré con una respuesta que necesitaba escuchar, que me confirma que este es un amor que trasciende hechos puntuales en la vida, aunque sean Puntuales con Mayúscula.

Soy una mujer casada, de 38 años, que no tiene hijos porque no quiere. Que tiene un marido que también se lo cuestiona y que comparte la decisión. Que acepta que tenerlos es una posibilidad aunque la biología juegue en contra. Y finalmente, una mujer que puede decir que cuestionar la posibilidad de tener hijos es altamente embarazoso pero necesario y factible.









jueves, 14 de noviembre de 2013

14. De vergüenzas y culpas...

Ultimamente ando más vergonzosa que antes, no tengo ganas de exponerme y si puedo evitarlo, lo hago. Ayer miraba unas señoras hablando en una reunión de pega que parecen experimentar todo lo contrario. Veía una suerte de goce en su exposición y -me imagino- al sentirse el centro de atracción. Después me tocó hacer clases en la noche y nuevamente experimenté esa sensación de incomodidad. Dándole vueltas al tema y leyendo un post acerca de la culpa ("por mi culpa, por mi culpita") sentí que se me corrió otro velo... al final hagamos lo que hagamos, parece que nos cuesta aceptar la condición o el proceso que vivimos. Es decir, si no hablo porque me da vergüenza, me siento mal -culpable- porque no hablé y si lo hice, probablemente estaré intranquila porque, pienso, que tal vez no debería hacerlo. ¿Qué nos pasa que tendemos a sentirnos culpables por toooodo (si tengo o no tengo hijos, marido, casa, pololo, auto, bicicleta, amigos, etc.) ? Y no creo que se trate solamente de una cosa de señoras... Creo que tenemos que aceptarnos más irreverentes, como estás chicas... 


viernes, 1 de noviembre de 2013

13. Problemas de las señoras madres.

Mientras nosotras estamos entrando en la época de ser señoras, nuestras madres están entrando en la época de ser señoras mayores. Ya no me parece tan difícil entender lo que  les pasa en el cuerpo, porque sólo tengo que multiplicar lo que me pasa a mí por dos, siendo el resultado en un poco agobiante.
En el alma se hace un poco más complejo el ejercicio de la empatía. Yo no tengo hijos, no sé lo que se siente esperarlos, parirlos, criarlos, verlos crecer, caerse, equivocarse, sufrir, ser felices, progresar, retroceder... irse, enamorarse, alejarse.
Estas han sido unas semanas difíciles para mis dos señoras madres más cercanas, mi madre y mi suegra. Ambas por uno u otro motivo se han visto sometidas a una gran presión, a un cansancio y frustración del demonio, a la sensación de que no hay salida, de que hay que seguir adelante con mochila y todo, aunque no se tengan ganas y aunque nadie recompense ese esfuerzo lo necesario. Están sufriendo por que sus hijos les recuerdan sus propios errores o porque sus hijos de desvían del camino. Están sufriendo porque además ven que ya no tienen la misma energía que antes, todo se hace más cuesta arriba y no visualizan en el corto plazo un alivio. Han vivido existencias difíciles y la cosa no parece cambiar para bien.
Hoy estoy preocupada y triste por nuestras madres. Me siento culpable porque en medio de la tormenta, me espera un avión que me llevará a las más preciadas vacaciones y no puedo dejar de pensar que las que debieran abordar el avión son ellas.

martes, 29 de octubre de 2013

12. Lo primero que duele son los pies.

Hoy estaba en el cementerio de PA y me saqué los zapatos (y calcetines) porque, tras haber caminado aproximadamente una hora, me ardían los pies (tenía ampollas!!!!). Pero bueno, el cuento es que estábamos sentados M.M.P.B. conversando (yo a pie pelado) y de pronto llegó un contingente de señoras (bastante más señoras que nosotras) onda turismostyle.

Les preguntamos si habían contratado al guía por el cementerio y nos respondieron que no, que venían por el viaje de la tercera edad de SERNATUR y que ellos les ponían las actividades... Era bien almodovariana la situación, un grupo de mujeres grandes paseando por el cementerio y hablando sobre la muerte; nosotros pensando en la estrategia para pasear por las torres del Paine, hablando de el indio desconocido y el M. veía caras en los árboles!!!

Una de las señoras se acercó y, buscando que le diéramos un espacio -físico- en nuestra banca, nos empezó a meter conversa... se sentó a mi lado y de pronto me dijo: "lo primero que duele son los pies". Yo sonreí. En realidad, me salió una mueca nerviosa porque en su tono se olía algo de sentencia ¿Me estaba diciendo lo primero de qué? ¿de la vejez? ¿de caminar? No le pregunté. 

Nica que me siento entrando en la vejez... pero si me doy cuenta -una vez más- que tengo que hacer algo con mi cuerpo. Bajar unos kilitos me vendría bien... caminar más, comprarme mejores zapatos... en fin, vuelvo a tener la sensación que tengo que hacer más cosas para mí y dedicar menos horas a trabajar... ¿seré capaz de hacerlo?

lunes, 28 de octubre de 2013

11. Decir que NO.

Leí a la señora Ch. en el posteo anterior e inevitablemente me puse a pensar en mis dificultades para establecer límites en la relación con otros. Es cierto que algún avance he tenido en esta dirección, pero siempre es bueno recordar donde aprieta el zapato y no hacerse la remolona.

De lo que aprendí hasta este momento, puedo compartir que para decir que NO:

Se necesita claridad de lo que uno quiere y necesita.
Se necesita saber lo que es un límite.
Se necesita seguridad.
Hay que entender que es posible hacerlo sin perder al otro.
Se necesita de una contraparte que esté dispuesta a aceptar un no como respuesta y/o la firmeza necesaria para sostener el NO pese a la falta de empatía, sordera, insistencia u otra forma de resistencia que surja en el camino.






jueves, 24 de octubre de 2013

10. Más sobre las relaciones...

Ayer conversaba con la señora rubia que últimamente no tenemos tiempo ni para copuchar. Se acaba octubre y parece que el fin de año se acerca como una plaga bíblica difícil de contener. El tiempo se transforma en un bien muy escaso y las angustias frente a la llegada del verano comienzan a aparecer. 

En particular, me pasa que me siento "obligada" a ceder mis horas de esparcimiento para reuniones que me dan un poquito de lata. No voy a entrar en detalles, pero la sensación es que "tengo" que estar presente en algunos eventos porque si no, me empiezan a cobrar sentimientos cochinos. Y esto me hace pensar que tengo que hacer algo… 

Hay señoras que definitivamente  se van poniendo más mañosas con la edad. Probablemente también se sienten más solas y recurren a una, pensando que es casi una obligación tener que aguantarlas. Y también hay señores que se creen la crema de la torta y te joden a pesar de que uno les explica que no pasa NA-DA. Pongo como ejemplo estos dos casos, porque me he sentido un poquito acosada. 

Vuelvo a recordar la teoría de la empatía y, considerando que hay señoras y señores que deberían entender que una está ocupada (o simplemente, no quiere verlos), no dejo de sospechar que el tema también pasa por una suerte de desquite. Y como no quiero pasarme de "viga", sólo viendo la paja en el ojo ajeno, pienso que tengo que cambiar de estrategia. 

A propósito del tema de querer y aceptarse -del posteo anterior- creo que la actitud debe ir en la línea de hacerme menos la loca y ser más frontal (cálidamente firme, diría la W.). Tomando el análisis previo, pero aplicándolo a este contexto, cito: "en la medida en que me muestre más genuina, espontánea y abierta, mis relaciones debieran ser permeadas por estas mismas características y seguir su curso…". 

Voy a ponerlo en práctica. Intentaré aplicarme y hacer un giro que me cueeeesta mucho. Sobretodo porque creo que puedo ser más feliz. No quiero convertirme en una señora temerosa y amargada, que (no)actúa por pura conformidad... 

martes, 22 de octubre de 2013

9. Mal de amores entre las señoras.

Me reuní con una señora amiga a la que lamentablemente le va bastante mal en el amor. Las relaciones con los hombres en general se le dan cuesta arriba y por angas o por mangas, termina muy frustrada, dolida e insegura en el antes, durante y el después. Muchas veces me pregunta directamente qué hacer en situaciones concretas, qué decir, cómo reaccionar y con el tiempo se me han ido acabando los recursos y las directrices para comentarle, porque ya llevo mucho tiempo en pareja y como que se me empezó a olvidar esto de la administración de las primeras etapas del flirteo, el pinchazo y el pololeo. 

Entre paréntesis me leo y me digo "¡Muy mal pues señora!". Uno no debiera dejar que eso se olvide porque es un músculo que hay que mantener en entrenamiento, pero ya escribiremos de eso en otra ocasión. 

Lo que me lleva a teclear esta entrada es que al margen de las dificultades individuales que cada cual pueda tener respecto del manejo de relaciones con el sexo opuesto, es un hecho reconocible que con el tiempo la cosa se pone más complicada. Hemos hablado harto de esto con mi otra amiga y colaboradora en este blog, la Ch. y hemos concordado en que si bien el mercado tiende a restringirse un poco después de los 35, las mayores barreras parecen ser las que ponemos las mismas mujeres.

Tengo bastantes amigas solteras y replico las frases que siempre terminan dando vuelta en estas recursivas conversaciones: "Los hombres de hoy están difíciles - son raros - no se sabe en qué están", "Los hombres a esta edad ya tienen historias, están dañados", "Es sospechoso que tan guapo e inteligente se encuentre soltero, no será gay?", "Parece que no quiere comprometerse, tiene miedo al compromiso", "Es que pensó que ella andaba con el vestido en la cartera y salió arrancando", "Le gustan las minas más jóvenes", "Es un inmaduro"... entre otras muchas creencias, explicaciones y versiones de lo que cada una cree que puede estar pasando o que podría explicar esto que pasa, que la relación no resulta, que no avanza, que no hay enganche, que todo se va al mismo carajo, una y otra vez. 

Todas las anteriores pueden ser en parte ciertas, no tengo idea, pero lo que sí sé es que si llegan a tener  algo que ver con la realidad, son absolutamente elementos que no podemos manejar. También a veces pienso que tienen harto de proyección y otras, harto de locus de control externo. 

Las señoras nos vamos poniendo bien jodidas también, hay que considerar eso. Algunas nos ponemos tan exigentes que llegamos a ser irrealistas. Otras nos ponemos mañosas. Otras nos ponemos aburridas, neuras y/o permanentemente cansadas, otras nos ponemos carreteras, locates y desvariantes. Nuestra seguridad puede llegar a ser arrolladora o bien nuestra inseguridad resultar crispante.  

No tengo respuestas... y lo que finalmente pienso de todo esto me sale más fácil describirlo desde mi... si quiero estar en una relación, primero que nada y a estas alturas de la vida, necesito saber qué espero y quiero de ella, qué busco en una pareja y luego, ser transparente y consecuente con esto. Pienso que también es importante para lograr lo anterior quererme y aceptarme a mi misma, con tooooodo lo que ello conlleva (es un cliché pero pucha que lo encuentro cierto). Cumpliendo con lo ello, ser genuina y tomar la inciativa me resulta  finalmente mucho más fácil lo que a su vez, facilita que conozca mejor a quién tengo enfrente, de manera realista y concreta... en la medida en que me muestre más genuina, espontánea y abierta, mis relaciones debieran ser permeadas por estas mismas características y seguir su curso o bien, terminar a tiempo, pero creo yo que con menor daño. Parece lógico y aunque sé que lo lógico no necesariamente resulta en el plano de los amores, sigo creyendo que al menos la parte del amor propio es fundamental para pretender amar a otro y permitir que ese otro, te ame. 



miércoles, 9 de octubre de 2013

8. Free.

Por acá la cosa se vive de manera distinta. No sé si es que me siento "de vacaciones" o que de verdad la segmentación -por sexo, edad, clase social, apariencia- no irrumpe en la cotidianidad. El lunes fui a almorzar con mi profesor y conversamos laaaaaargas horas. Antes había estado en el café de siempre (la Pausa) con la gente de allí y se acordaban de mí como si me hubiera ido ayer: "café con leche y endulzante y bocadillo pequeño de jamón". Yo plop. G. estaba más grande, ha sido padre (bebé de 8 meses) y se notaba más reflexivo.

Y en estos días no me he sacado mis hawaianas. Me visto como quiero y me siento linda. Nadie me dice cosas desagradables en la calle. No tengo miedo de andar con falda corta, ni de sacarme la polera en la playa para tomar algo de sol. Me he estado preguntando muchas cosas acerca de nuestro "crecimiento" y leyendo para atrás, resuenan tus palabras... parece que la clave es encontrar un modo distinto -mejor- de sentirse señora. También puede tener que ver con sentirse querida... no sé... la cosa es que me he sentido muy bien (como de esas experiencias de gracias diosito!!!).

lunes, 7 de octubre de 2013

7. El desafío de ir a bailar a donde uno no ha ido.

Me tocó organizar despedida de soltera y era requisito ir a bailar después de la previa. En el grupo éramos sólo dos sobre 35, las demás todas entre 28 y 30. Yo tenía claro que no les gustaba la misma onda que yo, por lo que me decidí a innovar y terminé escogiendo un lugar de precio intermedio, en un sector intermedio, aunque con menores referencias.
Llegamos y claro, lo que me temí. Pura gente muuucho más joven (sub 25), en masa restregándose al más puro ritmo tecno. Si, TECNO, ni siquiera un electrónico de calidad, que en ese caso me lo banco con agrado.
Las más jóvenes lo lograron relativamente bien. Diría yo que incluso les gustó porque había harto chiquillo bonito en verdad que las pescaban bastante y se dejaron querer. Yo y mi colega middle age estábamos un poco pa la cagá, súper fuera de lugar y con realmente escasas posibilidades de causar el más mínimo furor.
En mi calidad de anfitriona, dije - "Me lo tomo con humor, no me queda otra", y así lo hice. Me dediqué a animar a las chiquillas, dejarme llevar por el ímpetu del baile y la masa, recrear la vista...
Algunos aprendizajes obtuve eso sí. Primero, nunca más aventurarse a bailar a un lugar del que no tengo referencias. Segundo, si lo llegara a hacer y al llegar me doy cuenta de que no va, no va. Tercero, vale hacer el esfuerzo si la ocasión lo amerita. Ah, hay un cuarto aprendizaje... definitivamente me gusta bailar lo que puedo cantar.
En ningún caso la conclusión es dejar de insistir en ir a bailar, en mi caso, de repente. Hay un par de lugares que ya los cacho y en los que he pasado re buenos momentos... siempre en onda grupal. Y tampoco me pretendo cambiar todavía al segmento de las discos para "más grandes", porque sin saber una vez llegué a una y casi me dio infarto con los tatas con que me encontré. 

sábado, 5 de octubre de 2013

6. Gloria.

Hace mucho tiempo que tenía ganas de ver  esta película, pero por a, b o c, nunca fui. Bastó que la viera en la cartelera por acá para que me pasara a comprar un par de entradas. Llegamos al cine y había una fila de cuadra y medio. J. fue a preguntar y, sorpresa, era para Gloria. 

Empezó y no lo podía creer, es una historia para nosotras. Todo oye, parece y huele a mujer. Y la sensación más extraña es que todo resulta tan conocido y evidente. Es la historia de una señora, pero en el fondo es una película para señoritas que le temen a la muerte. 

La Gloria es seca y dan ganas de seguirla en "su proceso". Busca, encuentra, busca, encuentra, se desilusiona, se cae, se para. Se echa crema en la mañana, canta en voz alta y tiene que tomarse hartos copetes para soltarse y bailar. Se enamora de un pelotudo, pero sufre en su justa medida. Se la puede y, en el fondo, parece una mujer feliz... pero no como cuentan los cuentos (y fueron felices para siempre) sino que viviendo con el cuerpo. Así no más. 

domingo, 29 de septiembre de 2013

5. La edad.

El otro día trataba de acordarme de cuándo empezó a importarme la edad. Cada vez se me hace incómodo ir a fiestas donde la pregunta "shistosa" es quién es el más viejo en el lugar. Y resulta que casi siempre lo soy. Debería reirme de la cara de pánico de la gente cuándo digo que soy yo y comienzan a dar(me) explicaciones o a decir(me) que me veo más joven. 

La primera vez que sentí mi edad fue cuando le pregunté a L. por la suya. Me dijo 30. Me asusté, y le declaré que tenía 32 (!!!!!). Me sentí taaaaan cabra chica... así como cuando una preguntaba ¿De que signo eres? (12 años). Y por supuesto que se dio cuenta y me dijo ¿qué te pasa bella? Y yo derretida... me puse hablar un montón; creo que resumí mi vida en 10 minutos y él me miraba... Cuando terminé de hablar me dijo: lo importante es que te des cuenta que uno siempre prefiere estar con una mujer, no te olvides de eso... 

Creo que ha pasado muy rápido el tiempo desde que comencé a sentirme así. No sé si necesito darle muchas vueltas a las cosas, pero está claro que desde hace un tiempo no dejamos de hablar del tema. Son los cambios, las idas y las vueltas; las resistencias. Es bien raro darse cuenta que el tema de la edad y la sensación de sentirse mujer pueden asumirse pasados los 30...

Todavía no me encaja el tema de empezar a sentirme señora. 

sábado, 28 de septiembre de 2013

4. La mirada positiva.

Una muy querida profesora le dijo a mi amiga que los mejores años son los treintaytantos. No sé si son son los MEJORES, considerando que cada decenio tiene lo suyo pero creo que entiendo a qué quiso referirse. 
En el mejor de los casos uno es más dueña de si misma. Con más madurez y criterio, a costa de haber adquirido alguna experiencia, con más conocimiento del ser y del no ser. Con más claridad de lo que uno quiere y de lo que no quiere, de lo que le gusta y lo que no. Por qué no decirlo, con poder adquisitivo (no sólo en el sentido financiero) y con mayor comprensión para administrarlo o despilfarrarlo (tampoco solo en el sentido financiero). A los treintaytantos uno puede decir que ha pasado agua bajo el puente. Uno es menos ingenua y a la vez está más asumida. Uno otorga más valor a las que antes parecían sólo pequeñas cosas. 
Lo que en lo personal me gusta de mis treintaytantos es que corresponden a un período en el al fin he tomado decisiones, de las que son importantes y trascendentes, como construir pareja y armar casa, trabajar menos y descansar más, emprender, dar calidad a mi red por sobre una vacía expansión, y creo que la más importante, volver a mí. 


viernes, 27 de septiembre de 2013

3. Soy crocante?

El otro día una amiga bien mayor posteó en facebook estos típicos statements con foto graciosa incluida que decía que en resumen, frente al hecho evidente de que el cuerpo entero suena con el paso de los años, se puede llegar a la siguiente conclusión: "no estoy vieja, estoy crocante".
Me dio risa. Me la imaginé crocante. Acto seguido me paré y me acordé que también a mi me suenan las rodillas. Y después moví la cabeza y el cuello también sonó. Uy.
Ya, uno puede y debe aceptar algunos cambios que se van produciendo con la vida, el ajetreo, los años, el carrete... pero de ahí a dejarse tirada es otra cosa.
Recuerdo inevitablemente que cuando estuve en Melbourne un personal trainer me hizo una evaluación y me dijo que mi cuerpo estaba en la condición de una mujer 10 años mayor. En ese momento estaba ingresando a un gimnasio, en el que tras 1 mes y medio pude ver grandes cambios... pero no po, no soy de gimnasio, me da paja.
Entonces veo que me queda asumir una postura intermedia, entre la de aceptación de lo que es inevitable y la del esfuerzo para modificar lo modificable. Me teñí las canas, dejé el azúcar, camino un poco más, tomo vino en vez de destilados... manejo lo que puedo para sentir que algo hago, sin ponerme fanática.
Asumo que bajando unos kilitos las rodillas sonarán menos, porque esa es una "crocancia" que no debería aún validar. 

martes, 24 de septiembre de 2013

2. La camiona.

Siguiendo con la reflexión...

La conciencia del tema señorial se remonta a mi adolescencia... Tenía alrededor de 16 años y mi tío Moncho hizo la distinción entre mis amigas, mencionando que una de ellas era "la camiona". 

En ese momento, yo me preguntaba solamente qué quiere decir mi tío con ese apelativo (me dijo que era como una señora joven). Hoy, a mis 39 años a cuestas, entiendo que la camiona era una compañera que -a los ojos de un adulto- tenía ya cuerpo y actitud de mujer.

De frente, más segura, menos centrada en el romanticismo de las relaciones y más (auto)consciente de su ser... Mi amiga era muy reflexiva y cuestionadora. Una mujer que no respondía al estereotipo ligth de Bananarama, Madonna, Tiffany, o la Debbie Gibson, etc. Y no tiene que ver sólo con el peso , aunque también lo es; la actitud, las rectas y curvas son distintas a las de las de estas sílfides "de aire". 

Hoy, me siento en parte una camiona... me cuesta verme así -me miro al espejo y no me reconozco tan fácilmente- ¿será que me estoy sintiendo señora?

1. Cuando todo comenzó.

Tengo un poco perdido el momento en que todo esto comenzó. Tal vez fue en un lejano Iquique, cuando el parejo de una ex cuñada (muy "ubicado", por lo demás) me comentó de lo más relajado: "- Flaca, como que se te cayó el poto". Yo tenía apenas 22 o 23. 
Tal vez fue años más tarde, cuando el esposo de una de mis mejores amigas me hizo notar que ya no le calzaba mi tradicional apodo con lo que era entonces mi imagen corporal... y por lo tanto, decidió -obviamente de manera unilateral- que pasaría a llamarme "Ex-Flaca". Tendría yo alrededor de 30.
Entre los 35 y 36 estuve viviendo unos meses fuera de Chile, período en que dejé de trabajar. Tenía  bastante tiempo libre, aunque también bastantes ansiedades, tal vez originadas por lo mismo. El espejo emergió como un elemento importante aunque no central en mis tiempos ociosos y a la vez se convirtió en un pequeño e insidioso delator de algunos cambios que estaban sucediendo sin que yo me diera mucho cuenta. Fue así que descubrí un poco consternada mis primeras canas y lo que la gente llama "líneas de expresión", que siendo honesta no son más ni menos que derechas arrugas reflejo del vencimiento de la piel y demás.
En estos días me han fotografiado en eventos sociales diversos. Dada la inmediatez del contexto digital, cada vez que lo han hecho he podido ver mi imagen al momento y sentir que no me gusta lo que veo. Se ha venido una retoma y la conclusión ha sido la misma, que no me gusta lo que veo. Pasa que una parte de mí se desconoce, se ha producido un desencuentro entre cómo me pienso y lo que soy. 
En este contexto, ayer estaba en el ascensor y cometí un error garrafal (en serio, no lo hagan, y si lo hacen, aténganse a las consecuencias). Me pregunté ingenuamente qué sería de  la parte posterior de mi cuerpo, que la verdad, nunca miro con detención. Procedí con la cámara de mi súper moderno iphone a fotografiarme con la ayuda del espejo correspondiente y me encontré con aquello que en realidad estaba evitando: con el cuerpo de una mujer de 38 años, más bien rellena, más bien cuadrada, más bien chilena-tradicional, es decir, con el incipiente cuerpo de mi madre.
Fue este fulminante encuentro con la realidad, el que me llevó a proponer armar este blog. Necesito un espacio para dar cuenta del hecho de que está apareciendo ante mis ojos una señora que en principio me da la sensación de que no la conozco y que finalmente parece ser que soy yo.